Soñé con que perdía los zapatos en un salón de clases de la secundaria de Sofía. La angustia de no localizar esos zapatos se incrementaba cuando el salón a dónde los había dejado era un lugar que acababa de abandonar y que cada vez se alejaba más. Para llegar a ese salón tenía que atravesar por muchos otros salones, subir una montaña rusa y tomar dos micros en dos avenidas que recorrían la escuela laberíntica con una fuente en el centro que dividía el espacio.
Además los zapatos no eran tan zapatos, sino unas chanclas de plástico muy finas y en un color transparente. ¿Alguien recuerda las windy’s? Eran unas chanclas de plástico en forma de zapatillas que tenían brillitos. Tuve unas moradas que mis papás me compraron en Perisur. No me las quitaba para nada, hasta que se rompieron y perdieron todo su glamour.
Creo que son las que perdí en el sueño y por eso es importante recuperarlas.
Un diagnóstico es un diagnóstico es un diagnóstico…
Recientemente me diagnosticaron depresión y en el prediagnóstico el médico me dijo que muy probablemente, también he padecido Trastorno Límite de la Personalidad, que afortunadamente— dijo el psiquiatra, está a la baja ahora que estoy perimenopáusica. Esos asuntillos y otros detallitos me sumieron en un viaje interior que mi sueño ha resumido con bastante precisión. En ese viaje como en película de terror pude identificar la razón de los más aterradores episodios de mi vida. Leí mucho y escribí muy poco en ese viaje. Y he vuelto por mi calzado, por mis windys, por mis botas y a veces también por la sensación de caminar descalza.
Recuerdo que en la secundaria, cuando más estresada estaba por calificaciones y por el examen de ingreso a la prepa, soñaba con asuntos similares. Salón de tercero C, lunes de gala y ceremonia. La maestra de Educación Física nueva, me informa que ahora sí voy a estar en la escolta, aunque no sepa jugar basquetbol. Un aguacero mañanero inunda la escuela y cuando llega la inspectora, estoy con el uniforme de gala y cero zapatos. Estoy descalza y no puedo salir a la ceremonia.
En mis sueños no se resuelve el tema del calzado nunca. Despierto cuando la angustia de no localizarlos se incrementa.
Lo bueno de un chiste malo
Me acuerdo de un chiste que me hacía reír mucho, aunque ya escrito y leído… Un norteamericano, un alemán y un mexicano van en un avión que está a punto de estrellarse y lo mejor es tirarse al mar. El primero en aventarse es el norteamericano que se envuelve en una bandera de su país y grita: Yo me aviento por mi patria. El alemán toma una mantita que lleva a todas partes consigo y grita, yo me aviento por mi familia. Al final el mexicano, se acerca a la puerta con mucho miedo, se resbala y cae su chancla. No le queda de otra más que gritar: Yo me aviento por mi chancla.
En fin, escribir por las razones que sean es como ese chiste, creo. Aventarse.
Escribo de lo que sueño y de lo que puede compartirse para conectar con otres.
En chanclas, en botas o descalza, poco a poco estos viajes interiores me muestran cómo entrar y salir de los laberintos que la vida me ofrece.
Escribir, soñar y recordar lo que sueño son sin duda, las actividades que más me conectan conmigo misma. Por eso es que hoy yo me aviento por mi chancla.
Entre paréntesis
Si el chiste es malo, que al menos sirva para algo.
En los ochentas, lo descubrieron todo, como ponerle glamour a unas chanclas de plástico.
Las recurrencias de ciertos sueños abren umbrales de descubrimiento.
Escribir y soñar para poner atención a la angustia.
Aventarse a escribir es mejor que quedarse.
¿Y qué si vamos descalzas, inconsciente?
Uno de mis ejercicios favoritos para comenzar a escribir es recordar cómo se siente el pasto debajo de los pies un día cálido.
Los chistes de nacionalidades tienen su ondita, a veces.
Por cierto, lo mío, lo mío son los chistes malos.
Un diagnóstico es un diagnóstico es un diagnóstico y nunca seremos ni les primeres ni les últimes.
Por cierto, estoy investigando sobre la secundaria de los ochentas y noventas, también sobre chistes males, si te acuerdas de algo, escríbelo en los comentarios.
Últimamente yo también sueño con laberintos.
Yo tengo un chiste que me hacía reír muchísimo, aunque tal vez es un poco misógino (:P)
Una señora va a una tienda a comprar un perico, pero el único que tienen es uno que estaba en otra casa y ya sabe hablar.
El perico llega a la casa y dice: "Casa nueva, casa nueva".
Ve pasar a la señora y dice: "Casa nueva, dueña nueva".
Llegan las hijas de la señora y dice: "Casa nueva, dueña nueva, p*tas nuevas".
En la noche llega el marido y el perico dice: "Casa nueva, dueña nueva, p*tas nuevas, mismo cliente. ¡Quibo, Rubén, ¿cómo estás?".
Yo tenía unas sandalias tipo romanas de color azul, me encantaban, porque además olían a chicle. Me acuerdo que las llevaba a una clase de natación. Tenía el pie gordito porque lo que creo que se me veían un poco raras, pero igual me gustaban.
De los sueños prefiero no hablar porque he soñado con mi mamá y amanezco muy triste, aunque no lloro, tengo un semblante como de haber llorado toda la noche.